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Calor de Hogar

  • Juanita Navarro Yepes
  • 6 jul 2018
  • 2 Min. de lectura

Materializada por María Teresa Cano en el año 1983, la obra nos muestra el uso de una técnica mixta: la huella de una plancha sobre un arrugado pedazo de liencillo.

Escogí esta obra para analizarla por ser

- en parte - una representación indicial. Debo decir que al principio me encontraba un poco escéptica frente al hecho de que un “simple indicio” pudiera comunicar lo mismo que un ícono o un símbolo y dudaba de su efectividad al transmitir un mensaje, pero aún así, Calor de Hogar me dio cierta sensación de calma al observarla bien.

Además del indicio que dejó la plancha, María Teresa Cano nos dejó un ícono escondido a simple vista; la forma que deja la quemadura se asemeja a la figura de una sencilla choza.

Me asombré mucho al percatarme de esto, pues lo que al principio parecía una simple mancha que cualquiera pudo dejar accidentalmente, se había convertido para mí en una obra de arte cuyos detalles intencionales alimentaban el significado y concepto que le dí.

Casi todos hemos tenido el placer de ponernos sábanas o ropa recién lavada y planchada por nuestras madres. Su calor y comodidad son de las máximas y más simples expresiones del bienestar que es consecuencia de un cálido y amoroso hogar.

Aquí llega el rol de la mujer en esta obra.

Las tareas domésticas son típicamente realizadas por la mujer, y en esta obra se destaca mucho la importancia de la mujer en la familia.

El liencillo, una tela hecha de algodón, es similar a la tela usada para la las sábanas; y las arrugas inflingidas en ésta, pueden significar cosas como el desgaste y trabajo duro, cosas que también se encuentran evidenciadas por la decoloración de la tela.

Esta obra transmite exactamente la sensación que trae su nombre: la del calor del hogar, olor a panecillos recién horneados y el amor de la madre, el núcleo de la familia.

TEXTO POR JUANITA NAVARRO YEPES.

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