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Recuerda.

Isabella Arengas Barraza 10º

Noches sin poder dormir, mirando el techo, haciéndole preguntas a la espesa oscuridad, respondiéndome a mí misma que debo recordar.

 

Recordar en cómo era todo antes, en las risas, los besos y abrazos.

 

A veces pierdo la noción del tiempo, no sé ni que día es. Me salto comidas sin saber la hora. Se siente como si todo pasara tan rápido y tan lento a la vez.

 

Duermo pero no siento que despierto, ya no encuentro diferencia entre sueños y recuerdos. Recuerdos…

 

Recuerdo el calor de tu cuerpo contrastado con mis frías manos, tu risa tan contagiosa, tus chistes malos, tu piel sonrojada al decirte “te quiero”. No, perdón, ese fue un sueño; pero ahora recuerdo que debí decírtelo, así como debí abrazarte un poco más.

 

¿Eso es lo que se sentirá cuando alguien muere? No creo, tú sigues aquí, solo que ya no te veo, y no hablamos por orgullo, pero pareciera que es así, desapareciste de mi vida en un abrir y cerrar de ojos, sin ningún tipo de cierre a lo que fuimos. Tal vez porque nuestra historia no ha terminado, pero tampoco te hablaré, ya te hice saber que te extraño, pero tu silencio me responde que ya me olvidaste.

 

12:23 a.m.

 

Me encegueció la pantalla del celular, llevo más de una hora pensando sin poder conciliar el sueño. Ya parece estúpido haber salido hoy a caminar para ponerle orden a mis pensamientos, pero tuve una sensación ya conocida, tener esa pequeña desconfianza de que alguien se acerque mucho en la calle.

 

Ese miedo ya lo conocía desde antes de toda la pandemia, estar alerta de que no haya nadie caminando a menos de dos metros, que si lo hay, caminar más rápido, tratar de alejarme. En ambas situaciones podría terminar muerta.

 

¿Pero ahora por qué camino más rápido? ¿Siento pánico de que alguien esté muy cerca por miedo a contagiarme o por miedo a que se sobrepase conmigo?

 

¿Acaso las mujeres ya tenemos activado ese cuidado de mantener distancia  con desconocidos? Se parece. No tomar de la bebida de alguien más, cubrirnos como si fuera una barrera protectora, cuidar de que no nos toquen más de lo necesario, enojarnos cuando alguien invade nuestro espacio personal con confianza.

 

No quiero terminar como todas esa mujeres que no volvieron a casa, y mucho menos como todas esas personas que murieron solas por no contagiar a sus familiares.

 

Ya no suena tan mal el “quédate en casa”.

 

¿Y si nos quedamos todas en casa? No, recuerda que no todas se salvan.

 

Son realidades, que se parecen más de lo que me gustaría, pero pensar en que eventualmente pasará la pandemia, pero que nosotras siempre seguiremos saliendo con ese pequeño miedo.

 

 

Mejor dejaré mi mente en blanco. Imaginarme que una brocha pinta todo de blanco es algo que desde mis primeras noches de insomnio me ha ayudado a callar mi subconsciente.

 

No puedo olvidar mañana escribir sobre mis pensamientos, sobre “recordar”.

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