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Querida abuela. 

Isabella Muriel 10º

Te escribía para contarte cómo me ha ido en estos días, y la falta que me has hecho, tengo muchas ganas de verte e ir a almorzar a tu casa, como lo hacíamos cada sábado, y pues me da un poco de tristeza no haberme podido despedir de ti, ya que no sabíamos cuánto tiempo estaríamos sin vernos. Espero que puedas sobrellevar esta pandemia mejor que yo, ya que en la mayoría del tiempo mi cabeza no deja de dar vueltas y sobre analizar cada uno de los pensamientos que tengo. El primer día estaba un poco contenta porque podría descansar de tanto estrés que tenía por el colegio y por las cosas que no había podido lograr en meses de trabajo. Estuve así los primeros tres días, pero luego que restablecieron el colegio, que fue como el jueves 19 de marzo, mi pensamiento acerca de la cuarentena cambió radicalmente. Siéndote muy sincera, abuelita, no me provocaba ni pararme de la cama, me sentía como aburrida todo el tiempo, y sin ganas de nada, solo de dormir. Así pasé todo el fin de semana del 20 al 23 de marzo, estaba completamente ensimismada, no hubo nada que me hubiera podido sacar de mi mundo interior en ese fin de semana, solo éramos mis pensamientos y yo.

 

Luego, el martes 24 comenzó la semana, y en efecto, el colegio también, entonces ese día lo pasé estudiando química porque me estaba yendo muy mal y tenía varios errores por corregir, hice una que otra investigación para experimentales y luego tuve ciencias exactas otra vez y opté por trabajar matemáticas, aunque, la verdad, no hice mucho, al igual que el resto del día. Esta semana del 24 al 27 no fue muy productiva, no logré concentrarme casi nada, y esos pensamientos destructivos pasaban por mi cabeza más de una vez al día. Varias veces intenté hacer ejercicio, aunque mi motivación me jugaba malas pasadas en cada uno de los intentos, probé con comenzar a leer el libro para la práctica literaria, pero ya había leído casi 20 páginas y ni siquiera sabía que había leído, entonces lo dejé a un lado; en otra ocasión, o más bien, en varias ocasiones, pinté algunos mandalas, que, aunque no me gustara mucho hacerlo, me hacía olvidar todo por un rato; entonces mientras pintaba, escuchaba música, de ese rock en español que te conté la otra vez, de los noventas y ochentas, entonces pasaba un buen rato. Esa semana no fui capaz de ver la película que me habías recomendado de Netflix, la de un milagro de una celda o algo así, no recuerdo muy bien, porque ponía la película o me desconcentraba con el celular o estaba muy dispersa y no le ponía mucha atención, entonces no la vi.

 

Luego, ese fin de semana del 28 al 29 tampoco estudié mucho, la verdad creo que estoy evitando un poquito estudiar, además había olvidado contarte que el 25, creo, intenté presentar ese examen de química que llevaba como mil quinientos años sin ganar y estaba súper preocupada porque ese día cumplí los treinta días, entonces estaba súper nerviosa  porque no lo podía perder, y adivina que pasó, ¡lo perdí! Fue súper estresante porque era como la tercera vez que lo hacía y nada que me daba, pues no sé si me bloqueé o qué, pero en el momento estaba segura que lo sabía todo. Luego de ese examen tuve artes, que la verdad fue muy divertido; no te había contado, pero me metí a un taller de teatro, el tema en general son los pecados capitales, a mí me tocó la gula, entonces hice una parte de una investigación para un proyecto de una máscara, y fue muy entretenido porque tenía que buscar una fuente de referencia, así fuera un video, una foto o cosas así.

 

Continuando con el fin de semana, seguí pintando mandalas, pero con mi mamá y mi hermana, la verdad pasamos un buen rato, fue bastante entretenido, y el domingo mi mamá preparó una lasaña muy rica de atún, entonces comimos bastante. Luego nos dimos cuenta que nuestro perrito tenía una bolita muy rara en la piel y nos asustamos mucho, entonces quedamos de llevarlo al veterinario el lunes.

 

Bueno, el lunes comenzamos el día normal, todo muy monótono como los otros días, trabajé ciencias exactas dos bloques de matemáticas, aunque no he entendido casi, después tuve inglés, por lo menos fue un poco más entretenido y me desestresé un rato; cuando acabé el colegio empaqué todo para ir a la casa de mi papá a pasar el resto de la cuarentena, ya que no lo veía hacía casi un mes. Ay abuelita, no te imaginas el susto que me dio saliendo de mi casa, yo pensé que nos iban a parar e iban a llevar a mi mamá a la cárcel, te juro que esos fueron los quince minutos más miedosos de la vida. Luego llegamos donde mi papá y no te imaginas la emoción que me dio al verlo, ahí pensé que había valido la pena el susto tan horrible que me dio en el camino. Luego, el martes, ya teníamos todo listo para estudiar desde el día anterior y cuando nos despertamos no había luz, entonces yo estaba toda estresada porque no me iba a poder conectar; pero, finalmente, sí llegó. Entonces empezamos colegio normal, trabajé química otra vez, corregí unos errores que tenía, luego tuve experimentales, pero no tenía con que hacer el experimento, entonces me tocó esperar a que mi papá llegara de mercar, pero la tutoría ya había acabado, luego almorzamos y me puse a ver películas el resto del día.

 

Abuelita, con esta experiencia que he tenido de tanto estrés y aburrimiento, yo te recomendaría que estuvieras lo más alejada posible de una pantalla, en estos días me he dado cuenta de la cantidad tan impresionante de energía que roban estos aparatos, es que hay tanta información disponible, pero no el tiempo suficiente para abarcarla toda, como a muchos nos gustaría, lo mejor es evitar la hiperinformación y dedicarse a aprender cosas nuevas de uno mismo, a auto conocerse, a identificar porqué muchas veces nos sentimos sin propósito y que no valemos nada; en estos días me di cuenta de la importancia de hacerse cargo de la propia felicidad, porque es evidente que nadie puede hacernos felices, las cosas materiales no llenan vacíos emocionales, una persona no puede llenar vacíos en tu corazón, solo tú mismo puedes llenarlos, solo tú mismo puedes darte propósito, nadie lo va a hacer por ti, tú eres el que tiene que tener ganas de cambiar, de cambiar los viejos caminos de tu mente, de destruir las barreras, los prejuicios, y todo eso que te limita a abrirte nuevos caminos y maneras de pensar. Solo quería decirte esto abuelita, y espero que podamos vernos pronto.

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