Un poco de positivismo en medio de la incertidumbre.
Isabel Posada Buelvas 11º
Cuando en diciembre empezaron a molestar con el “coronavirus”, en China, no me imaginé que iba a tener un impacto tan fuerte en el mundo, pero sí supe desde un principio que no era una situación de la que burlarse.
Con el paso del tiempo empecé a ver como el tema se hacía más común y serio, y me impacté de lo rápido que estaba viajando. Antes de siquiera pensarlo ya estaban hablando de casos en Colombia y ya era de lo único que se hablaba en todas partes. En un momento nos llegó la noticia de que había una posibilidad de que se cerraran los colegios, aunque no era seguro, y a mí me pareció improbable, pero al día siguiente nos contaron que era oficial, ese sería nuestro último día en el colegio por un tiempo indeterminado. Quedé impresionada, estaba viviendo una situación que nunca me imaginé que podría pasar, y aunque sí sentía miedo, también tenía mucha curiosidad de cómo se iban a desarrollar las cosas.
Lo primero que hice cuando, en serio, procesé la información fue agradecer por absolutamente todo lo que tenía, el simple hecho de tener que comer ya era un privilegio. Al principio sí sentía miedo, la incertidumbre siempre es algo misterioso y como muchos tenemos la mentalidad de que lo tenemos que controlar todo, un cambio así no era cualquier cosa. En todo caso decidí que esta situación era un momento de aprendizaje, entonces empecé a observar detenidamente cómo se desarrollaba mí día a día y a ver qué detalles eran los que podía mejorar. Lo primero que observé fue que estaba viviendo a la carrera, estaba buscando usar cada segundo de mi vida para hacer más y al final no estaba disfrutando en serio lo que estaba haciendo. Estaba estudiando y entrenando pensando que no tenía tiempo y que debía hacer más para aprovecharlo y adelantar cada vez más. Entonces lo primero que me propuse fue estar consciente en cada momento de mi vida, saber qué era lo que estaba haciendo, hacerlo con calma y disfrutarlo. Tal vez muchas cosas me empezarían a tomar más tiempo, pero al final valía la pena, y me di cuenta de que al trabajar con calma todo me estaba fluyendo más y terminaba avanzando mucho. Con este mismo tema también pasé a observar detalles más pequeños y me puse en la tarea de disfrutarlos y hacerlos a consciencia; saborear la comida, descansar bien, agradecer, estar en calma. Y después de unos días ya me estaba sintiendo más tranquila y hasta más feliz, todo lo estaba disfrutando más. Claro que no todo el tiempo fue así, eso habría sido lo ideal, pero también tuve momentos en los que no me sentía tan contenta. Como estaba siendo consciente de todo lo que tenía, en especial un patio y una unidad por la que podía caminar, el sentimiento de encierro no era algo con lo que me incomodara, pero lo que sí sentía muy fuerte era impotencia. Impotencia en especial por todas las personas que estaban siendo afectadas de manera muy fuerte por la situación y no saber qué podía hacer para ayudarlas. Empecé entonces por algo mínimo, pero que me ayudó para calmar el sentimiento de impotencia y ansiedad para después pensar más claro qué era lo que podía hacer, esto fue que empecé a agradecer por absolutamente todos y porque cada uno iba a recibir lo necesario para estar bien. Poco tiempo después de que empecé a pensar constantemente en el bienestar de todos, me di cuenta de la cantidad de organizaciones y personas que estaban dispuestas a ayudar, haciendo campañas, aportando con sus cualidades, haciendo donaciones, etc. La verdad me sentí muy contenta con esta parte de la solidaridad que había despertado la situación y claramente agradecí por ello. Empecé a investigar, entonces, y tuve la oportunidad de donar en algunas ocasiones, me sentí muy feliz con esto. Puede que mi aporte no haya sido mucho, pero el hecho de pensar que había varias personas haciendo lo mismo fue un descanso. Igual seguí pensando mucho en las personas que estaban pasando por momentos difíciles y buscando cómo podía ayudar.
Cuando empezó la situación estaba emocionada porque estaba teniendo ese tiempo que usaba para transportarme y lo podía usar para otra cosa, todo me estaba rindiendo, alcanzaba a hacer mucho más. Pero cuando fue pasando el tiempo tuve que ir trabajando más la voluntad, era muy fácil distraerse en la casa, está la cama, el patio, quedarse conversando con la familia en el almuerzo, y más. Entonces es una prueba total a tu disciplina, a la conciencia del trabajo, a la voluntad, persistencia y mucho más. Esto, la verdad, me gusta mucho porque es la oportunidad de fortalecer estas cualidades que sirven tanto para la vida.
Eso de poder almorzar con mi familia es algo que estoy disfrutando mucho porque no lo podíamos hacer antes, mis hermanos y yo normalmente almorzábamos en los colegios, entonces no podíamos compartir estos momentos, pero ahora lo estamos aprovechando mucho y eso me gusta. Claro que eso es a cambio de renunciar a otros privilegios de familia. Por ejemplo, el hecho de no poder ver a mis abuelos me ha parecido muy fuerte, aunque puedo hablar con ellos, no se compara de ninguna forma con poder abrazarlos.
A principios de junio tenía programado un viaje con el que estaba muy feliz, y por obvias razones no pude hacerlo, pero de alguna forma no me sentí tan triste por tener que cancelarlo, solo podía pensar en lo afortunada que era por mi condición y en que de pronto no era el momento para viajar.
En un momento, al principio de la cuarentena, se me ocurrió que era el momento para hacer varias cosas que había querido hacer hace mucho, pero que no empezaba por falta de tiempo. Empecé entonces a hacer yoga, salí a caminar por la unidad con mi mamá, saqué más tiempo para leer, me vi algunas películas que llevaba posponiendo mucho tiempo y así fui aprovechando para hacer todo este tipo de cosas que tenía guardadas en una lista en el fondo de mi mente. Esto me apoyó para darme cuenta cuáles me gustaban, cuáles me apoyaban, cuales no quería hacer, y así fui aumentando mi lista de cosas que disfruto y que ahora hago más seguido.
También tuve en un momento un “détox” de redes sociales, llegó un punto en el que la mayoría de las cosas eran negativas, era casi una competencia de quien estaba pasando peor en la situación, y eso definitivamente no era lo que necesitaba. En momentos difíciles, creo que lo mejor es tratar de llenarse de cosas bellas y positivas para armar un equilibrio; estoy casi segura de que, si hubiera seguido leyendo todo lo malo, iba a terminar en un estado mental negativo. Igual sabía que era bueno estar enterada de lo que pasaba, entonces, busqué otras formas, por ejemplo, conversar con mi papá al final del día y preguntarle qué había pasado, que había cambiado y básicamente enterarme de cómo iban las cosas, pero sin el drama. Lo que me parecía más fuerte y triste es que muchas de las personas que se quejaban y se mostraban en una situación horrible, eran personas que tenían privilegios que otros no, por lo menos las necesidades básicas las tenían resueltas, pero pronto me di cuenta de que yo no podía hacer nada por ellas, y si esa era la forma de la que veían la situación, no tenía nada que ver conmigo. Por eso decidí borrar todo por un tiempo y más bien llenar mi día a día de cosas positivas, y no tan pesadas.
Ya después de un tiempo, cuando me sentía un poco más segura y tranquila, volví a descargar todo y ya no me parecía tan fuerte lo que veía, simplemente ignoraba lo que no me interesaba, veía lo que me parecía que podía aportar algo, y así pude disfrutar nuevamente de lo que quisiera de redes sociales de una manera más sana.
Hace poco estuve en vacaciones y la verdad las disfruté, descansaba mucho, leía, veía series, salía al patio y me quedaba acostada mirando al cielo y así, la verdad, fueron muy relajantes. Pero decidí que quería tener más vacaciones en un momento en el que pudiera, por lo menos, ir a comerme un helado o ver en persona a mis amigos, entonces lo que hice fue que acorté mis vacaciones y ya cuando sienta que es el momento saco otras.
Primero me asusté y pensé que ya no iba a poder descansar en mucho tiempo, que por qué no aprovechaba más vacaciones, pero decidí empezar, y no me pareció mala idea. Esto, sobre todo, porque he decidido trabajar con calma, disfrutándomelo, haciéndolo para mí y no para mostrar qué he hecho, entonces, aunque llevo solo una semana en el grado, ya lo he disfrutado y, trabajando con calma, he logrado todo lo que me propongo. Además, también me he dado la oportunidad de mezclar descanso con trabajo en equilibrio y eso me ha ayudado mucho.
En este momento llevo 111 días sin salir de la unidad, y me siento tan agradecida por lo que tengo que todavía no siento la necesidad de salir, estoy contenta y disfrutando mi tiempo, y viendo cómo puedo ayudar a los que lo necesitan. Lo único que no me gusta es que cuando pienso en una persona ya pienso es en la imagen que veo en las llamadas y no en la persona en sí, jajaja, pero bueno, es otra de las experiencias que vinieron con el Covid-19. Por ahora pienso seguir agradeciendo, disfrutando y aprendiendo, y pensando en todas las personas que pueden estar en situaciones difíciles, para que puedan salir adelante.