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  • Felipe Muñoz

Otro gran salto

Los seres vivos siempre han entendido que no deben quedarse en el lugar donde nacieron, aunque sea de forma instintiva. La vida siempre intenta expandirse, y si no lo hace, tarde o temprano algo le sucederá a ese lugar. Normalmente las especies endémicas tienen poca esperanza de sobrevivir, pero las más globales son prácticamente inmortales. El ser humano extingue miles de especies cada día solo por accidente; construye, tala bosques, daña el medio ambiente; nada de eso está orientado a destruir la vida, pero aun así pum, otro primate fuera de juego. Pero todas esas especies, o al menos la mayoría, ya estaban frágiles antes de que nos diera por echarle mano al único bosque, lago, páramo, o donde viviesen. ¿Extinguir las cucarachas? Eso es algo que sí intentamos, pero están por todas partes, es por eso y no por resistencia al veneno, reproducirse como conejos (peor), o ser inmunes a la radiación porque son tan resistentes. Claro que todo ayuda, pero solo es un medio para expandirse más rápido.

El humano es una cosa de lo más flexible, el color de piel cambia a través de las generaciones más rápido de lo que parece. Al perder el pelo y cambiarlo por ropa, puede usar la cubierta que más le convenga según el clima. Al crear su refugio, y hacerlo de forma consciente, no depende tanto de la geografía, y también puede usar el mejor según sus necesidades. Es muy adaptable, tanto que incluso podríamos hacerle trampa a la evolución si quisiéramos. El éxito de una especie depende de qué tanto logre expandirse o perpetuarse, y en esa carrera el humano lleva mucha ventaja, porque lo que viene es, no solo para nosotros, sino también para toda la vida, probablemente un salto más importante que el que dio el primer pez en explorar tierra firme.

Por primera vez una especie tiene el potencial para escapar y expandirse fuera del planeta. Esto abre una dimensión ridículamente enorme hacia dónde crecer. Cada vez que miramos hacia arriba en una noche despejada, vemos incontables mundos, con incontables rocas esperando ser habitadas. El humano es una especie muy joven, la vida útil de la tierra se está acabando y no necesariamente por nuestra culpa. Las rocas absorben el dióxido de carbono, y cuando los volcanes empiecen a apagarse, la vida los seguirá. Las plantas morirán de asfixia, para luego seguirles todo lo que use oxígeno. Si queremos perpetuarnos, para entonces ya debemos estar lejos de aquí, hay que encontrar una forma de darle a una nave suficiente energía para activar los efectos relativistas, porque aunque la cuenta regresiva es lenta, está ahí, y el futuro afuera.

TEXTO POR FELIPE MUÑOZ.

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