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  • Violeta Saldarriaga

La vida de Celeste

Se acercó al baño, tenía una molesta sensación en la boca del estómago. Vomitó. ¿Acaso era una niña? Así es como empezó, lo que algunos llaman, la gestación de un cuerpo Celeste.

Es increíble como el hombre, bajo situaciones de estrés, no nota los cambios que se están dando en su cuerpo. Madre, así es como llamaremos a la portadora de nuestro ser luminoso, estaba precisamente bajo un estrés casi extremo cuando quedó en embarazo de Celeste. La violencia de las bandas paramilitares se había cruzado con su vida, cosa que, aunque pasara en una misma ciudad, podría parecer muy lejana. El papá de Madre estaba secuestrado; Madre dejó de comer, de trabajar, de llevar una vida cotidiana por el estruendo que esta tragedia le había dado a su vida. Así es como solo podemos contar esta historia cuatro meses más tarde de su verdadero inicio, así es como a los cuatro meses de gestación Madre se dio cuenta de que estaba embarazada.

Para muchas madres es de suprema importancia estar conscientes, o algo parecido, cuando dan a luz. Desgraciadamente a Madre no se le cumplió ese deseo, desde la antesala de su verdadera existencia como ser, la vida ya le estaba poniendo obstáculos a Celeste, tenía dos vueltas del cordón umbilical en el cuello y el líquido amniótico se estaba agotando a paso acelerado. La tuvo por cesárea a los 6 meses de gestación.

Celeste no era una niña común. Ella mostraba expresiones extrañas, movimientos extraños, nunca gateó y pronunciaba de una manera cómica la “r”. no había un diagnóstico exacto para lo que Celeste era o tenía. Parecía de otro planeta. ¿Acaso eso podría significar que era más elevada, que ya sabía a qué venía al mundo?

Hazte la imagen de una nube, dale la forma que quieras; al fin y al cabo, para ti siempre será solo eso, una nube. Para ella una nube era todo menos una nube, era un lugar suave, un lugar donde la vida podría ser diferente. Tenía diferentes teorías sobre absolutamente todo lo que la rodeaba, lo que la convirtió en un ser no perteneciente a la humanidad. Ella vivía en su propio mundo, a través del cual transmitía lo que quería: les daba lecciones de vida a sus padres y cátedra sobre hadas a sus peluches.

Llegó el día de choque, Celeste se vio obligada a entrar en contacto con la tierra cuando entró al colegio. Los ojos de los demás cuerpos, llenos de oscuridad o simplemente opacos, se vieron cegados por la luz que ella emanaba y la categorizaron como una amenaza, la maltrataron, la rebajaron y la hicieron sentirse inferior, a lo que ella respondió apagando su llama, pretendiendo ser un cuerpo opaco más.

Se adentró tanto en este mundo de lo normal que ya ella misma se creyó que era su lugar, que ser igual era bueno y nunca más volvió a ser el extraterrestre que llenaba de luz mi mundo.

TEXTO POR VIOLETA SALDARRIAGA.

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